−Güeón,
el vecino está re loco –le dije al Juan, entrando a su casa.
−¿Por qué, güeón?
−Porque tiene un muñeco re parecido a él colgando del árbol del
jardín. ¡Está re güeno; parece real!
−Es que a ese viejo siempre le ha
gustao’ toda esa güeá’ de Halloween y la gueá’. Siempre se motiva y se pone a
decorar la casa con güeás bacanes. Una vez arregló la casa para que pareciera
iglesia y él se visitó de cura; le daba los dulces a los niños vestido de cura
–No pudo evitar reírse−. ¿Entendís?; le dio dulces a los niños vestido de cura.
Las mamás lo miraban más feo que la chucha.
No pude evitar sonreír al respecto;
cómo me hubiera gustado ver las caras de esas mujeres al no saber qué mierda
pasaba.
−Tú vecino entonces es la raja.
−Sí, güeón, el loco es terrible
bacán.
Tres días después, supimos que lo
que colgaba de su árbol no era un muñeco: era él mismo, que se había suicidado
por culpa del cáncer y la depresión que lo consumían lenta e irremediablemente por
dentro. Fue toda una pena para mí no haber hablado con él antes que todo
aquello sucediera.