Como nunca, el Juan se durmió
temprano y no había nadie más que nosotros en la casa; fue sumamente extraño:
acostumbrado al bullicio incesante de las jaranas hasta las tantas de la noche,
el silencio se me hacía hasta doloroso.
Acepto que me daba un poco de
envidia escuchar a este otro güeón durmiendo y roncando en la pieza de al lado;
me fue inevitable recordar esa parte de Rescatando
al soldado Ryan en que uno de los
protagonistas dice que quienes se duermen de inmediato, es porque tienen la
conciencia limpia. Y bueno, podía ser cierto: porque mi cabeza estaba llena de
mierda y parecía nunca dejarme tranquila.
A veces se sentía rechinar una
madera, a veces el refrigerador se encendía con un inesperado sobresalto, un
perro ladraba a lo lejos y otro le respondía lo suyo. No sabía en qué posición
establecerme para ver si me pillaba el maldito sueño.
Fue cuando me acomodé de cara
al techo que escuché el llanto; pensé que podía ser el Juan y otra de sus
bromas, pero el Juan estaba roncando; y no, el llanto no parecía el de un adulto.
Transcurrieron unos dos minutos de silencio (en que esperé con el corazón en la
mano) para que se repitiera, y no tuve duda que se trataba de una guagua; y a
juzgar por la cercanía del ruido, debía de estar dentro de la casa. Obviamente
mi primera reacción fue de miedo; pensé que había un fantasma entre nosotros y
dije: ¡existen!, antes de taparme con las sábanas.
Pero el llanto (que sonó un par
de veces más) se fue apagando como si su dueño se moviera por ahí, de casa en
casa, y no pude evitar quedarme pensando cosas al respecto. Me imaginé el
fantasma de un niño indio enterrado bajo los cimientos de la casa, o mejor aún:
el cúmulo de almas en pena de todos esos bebés muertos por las injusticias en
el mundo: los incendios premeditados, los bombardeos, los accidentes
automovilísticos, los aéreos, la desigualdad, el hambre, las enfermedades, etcétera;
me los imaginé juntos en un solo ente, capaz de traspasar dimensiones y asustar
a la gente que no podía quedarse dormida por tener la conciencia sucia. Pensé
en la gente que atormentaría por ahí, susurrándoles cosas del pasado,
haciéndoles revivir situaciones miserables, las más ruines; las almas
vengadoras; las almas vengadoras…
Las almas vengadoras. Recuerdo
que así le llamé antes de quedarme profundamente dormido.