Historia #239: bajo las sábanas

me volví en la cama y ahí estaba él.
            −siempre me gustaste, guapetón –me dijo Mamo Contreras, con sus ojos brillantes y sus mejillas sonrosadas−. eres mi bebé. mi baby.
            luego me atrapó entre sus fuertes brazos y me llenó de besos. nos arrebujamos entre las sábanas.
            −estás calentito –le dije.
            −es que yo ardo. puedo hacer arder cosas. ¿quieres ver?
            −está bien.
            −¡hey, guardias!
            entraron dos hombres vestidos de traje negro. había una puerta, y por ahí entraron.
            −¡demuéstrenle a este joven que ardo!
            los dos hombres se miraron por un rato y comenzaron a bailar un extraño baile por unos cuarenta segundos. entonces apareció un hombre en medio de la sala, como por arte de magia, y pidiendo clemencia, y sin que nadie hiciera nada, empezó a arder como una verdadera antorcha humana, chillando de una forma espantosa.
            concluida la acción y la macabra escena, los dos hombres vestidos de traje negro se dieron un ligero apretón de mano y salieron usando la misma puerta por la que entraron. las puertas que sirven para entrar, muchas veces, también sirven para salir.
            −¡eres magnífico, Mamo! –le dije a Mamo Contreras−. ¡eres magnífico!
            −¿no quieres que te encienda a ti también?
            −verás… –le expliqué, apuntando al tipo chamuscado al medio de la sala con un gesto de la cabeza−, preferiría que no me hicieras lo mismo que a ese hombre.
            −está bien, está bien… pero puede que te haga otras cosas, ¿no? yo podría… satisfacerte de otras maneras.
            −¿cómo así?
            Mamo me guiñó un ojo y se ocultó bajo las sábanas, bajando lentamente hacia mis partes pudendas. le sentí quitarme los calzoncillos y luego besar la zona baja del ombligo, haciéndome cosquillas. naturalmente me reí un poco, sin poder evitarlo, pero recuperé la compostura de inmediato, disfrutando cada una de sus lamidas hasta que el muy hijo de puta enterró sus dientes en mi carne y grité muy muy fuerte.
            −¡Mamo hijo de puta! –le grité muy muy fuerte. pero al levantar las sábanas, me percaté que ya no era Mamo Contreras, sino Jaime Guzmán, con sus gafas puestas y todo. me sonrió y sentí mi mundo caer.
mierda, NO NO NO NO NO NO NO NO PUEDE SER, pensé. esta mierda es una pesadilla.
entonces todo se volvió oscuro, todo se volvió una vorágine de manchas negras, apestosas y desagradables como la brea…
            hasta que me volví en la cama y ahí estaba él.
            −siempre me gustaste, guapetón –me dijo Mamo Contreras, con sus ojos brillantes y sus mejillas sonrosadas−. eres mi bebé. mi baby.
            luego me atrapó entre sus fuertes brazos y me llenó de besos. nos arrebujamos entre las sábanas.
            −estás calentito –le dije.
            −es que yo ardo. puedo hacer arder cosas. ¿quieres ver?

            −está bien –le respondí, aunque nunca supe muy bien por qué.