Estaba escribiendo en mi
computador cuando sentí que algo se removía en el interior de mi guardaropa; al
principio pensé que era mi imaginación, típico que ves cosas inesperadas por el
rabillo del ojo cuando estás en medio de otra acción, pendiente de lo que traes
entre manos, pero luego de escuchar que golpeaban la puerta de adentro como
queriendo salir, supe que debía hacerme cargo de lo que fuera que hubiera del
otro lado. Así que me armé de valor, quité el seguro del guardaropa y di unos
cuantos pasos atrás, viendo cómo Jaime Guzmán salía de su interior con paso
decidido, mirándome a los ojos fijamente. ¡Tú…, no!, exclamé sin poder
creerlo…, hasta que tomé plena conciencia de lo que sucedía; debía evitar que
el miedo me doblara la mano. Así que saqué mi varita, apunté al hombre de
lentes que tenía al frente, y grité ¡Riddikulus!
antes de verlo transformarse en una mujer vieja y fea idéntica a Lucía Hiriart,
amante del Señor Oscuro que había gobernado por tantos años de manera
sangrienta e injusta nuestra maldita nación de mierda. ¡Vete, vete, vieja
puta!, le gritaba al Boggart mientras le propinaba fuertes patadas en el culo,
guiándolo a la salida de mi casa. ¡Vete, y que Pinochet te meta su diminuto
pene en el Infierno! Me parecía divertido e irónico que los Boggarts fueran el
último desquite que nos quedaba para con esos tiempos oscuros llenos de muerte
en los que no podíamos hacer otra cosa más que verlo todo con los brazos
cruzados, sin poder hacer nada al respecto; no podría concebir mi vida sin
estos fantásticos Boggarts/Jaime Guzmán.