Tuve la suerte de poder
asistir a un evento gratuito donde el acto de cierre era el show de los
Dinamita Show (valga la redundancia), que por cierto disfruté mucho y me hizo
volver a pensar sobre muchas ideas que comentaré a continuación: resulta que
como no era un show televisado, dijo el Indio a modo de introducción, iban a
hablar sobre cosas que los canales les prohibían con ímpetu, como por ejemplo
los temas que respectaban a políticos y política, abusos de menores por parte
de la Iglesia y, cómo no, decirlo todo como suele decirlo la gente chilena de
verdad: con muchos garabatos. La gente prendió sus ánimos con esto y comenzaron
a aplaudir como si estuvieran a punto de otorgarles algo que habían esperado
por mucho tiempo.
El show comenzó con la clásica presentación de ambos
(Flaco, Indio), los chistes aludiendo a sus respectivas familias y otras
peripecias de su vida diaria; todo seguía como de costumbre hasta que se
pusieron a hablar de política, sacando risas a partir de diferenciaciones entre
la vida presente de los jóvenes y la de los que vivieron en la Dictadura,
hablando sobre Pinochet y sus misteriosas maneras de hacer desaparecer gente
como por arte de magia, criticando el actuar de los gobiernos de la Democracia
(incluido, obviamente, el actual y su presidenta) sin importar partido político
ni nada, todos parte de un mismo saco. Y eso fue lo que me llamó la atención:
humoristas de gran trayectoria, con oyentes acostumbrados a temas tan banales
como la procedencia de los zapatos de uno de ellos, dando a entender que la
situación de verdad es mala, que estamos en tiempos oscuros donde nadie puede
(o quiere) ver cómo en realidad funcionan y son las cosas; porque la cosas
están mal, hay que decirlo: nos roban a destajo, los ricos pueden hacer lo que
quieren mientras nosotros, los clase media baja, los pobres sin muchas esperanzas,
los que trabajan a pulso incluso más horas de las que deberían, nos quedamos
sin nada, tratando de sobrevivir en un mar de futuro incierto. La gente
aplaudía, reía y chiflaba (cuando algo le parecía mal) sintiéndose enormemente identificada
con cada chiste de la rutina, quizá haciendo alguna relación entre lo que
escuchaban y veían a diario.
Entonces pensé en el hipotético caso que la gente de
verdad saliera de su letargo y por fin decidiera hacer algo productivo para
cambiar la realidad en la que viven: me imaginé levantamientos contra las
municipalidades, contra la Moneda, contra el Congreso, todo el país paralizado y
reunido para atacar al verdadero enemigo; pero para que eso suceda, de veras
falta mucho: basta con ver cómo la gente común se mata una con otra por
tonterías evitando pensar que la verdadera razón por la que hacen todo mal es
por culpa de los pesos que los que se aprovechan de ellos (nosotros) ponen
sobre sus espaldas adoloridas, no de ellos mismos −gracioso pensarlo así, ¿no?−.
Sin embargo, actos como los de los Dinamita Show (que también he visto en otras
presentaciones humorísticas como las de Pedro Ruminot y Palta Meléndez) me
hacen soñar con que ese momento llegará pronto, más luego de lo que creemos y
deseamos. Y es que nos están planteando cómo es nuestra situación real como
personas, como gente, como pueblo de Chile, abusado desde hace más de cien años;
quieren echarle pólvora a una bomba de tiempo que les estallará a los que
mandan en la cara cuando alguien encienda la llama, o cuando las cosas ya no
den más, o cuando la gente por fin decida hacer algo al respecto. Así que a
todos ellos gracias: las ideas son como semillas, y las semillas, si son bien
regadas y cuidadas, dan buenos y fuertes árboles y ricos frutos.