Hubo hace un tiempo
Un terrible y gran incendio
Que quemó todos nuestros
bosques
Y dejó una espesa nube de
humo
Dominando nuestras calles.
Nadie creyó que fuera
posible
(Ni los religiosos
Ni los científicos
Ni los que hablaban
Con los muertos)
Pero ahí estuvo implacable
Por casi media década
Sin fallar un solo día.
Entonces no veíamos nada:
Nos golpeábamos unos con
otros
Cuando caminábamos
Y los vehículos colisionaban
A toda hora
Como estornudos
Y la salud de la gente
Empeoró como no lo había
hecho
Desde la llegada
De esa extraña enfermedad
Que solía revertir las
pieles.
Pasaron los años
Sufrimos
Lloramos
Tuvimos fe en el cambio
Pero no ocurrió nada.
Nada hasta que
Los hombres pequeños llegaron.
Nos dijeron:
“Sólo deben mover su cuerpo
Hasta que caiga agua del
cielo”
Y eso fue todo
Y sonrieron.
Luego nos enseñaron a mover la
cintura
Alzar las manos
Temblando las falanges
extendidas
Balancear el pecho
De adelante hacia atrás
De adelante hacia atrás
Y golpetear el suelo
Con los pies
Como si no quisiéramos
Quemarnos con el fuego.
Lo practicamos por horas
Hasta que el sol retrocedió
Por las montañas
La Luna saboreó las
estrellas
Y las nubes lo cubrieron
todo
Con su manto de negrura.
Así fue que comenzó
Con una simple gota
Luego otra
Y otra
Después el torrente
Y por último el diluvio.
Desde ese entonces
Que ya no hay más humo
Dominando las calles
Ni choques
Ni golpes
Entre las personas
Que pasean por ellas
Ni nada:
Se ha ido como
La oscuridad barrida
Por la luz de una linterna.
Se ha ido
Ido para siempre
Dejándonos a su vez
Inundados
Olvidadas
Y malditos.