Historia #100: Lanzando latas al mar



Para el Pío y la Javi.
TKMs <3




Estábamos en la playa tomando el sol y bebiendo vino en caja con unos amigos, cuando vimos pasar a un hombre de aspecto viejo y conocido con un niño al lado frente a nosotros, caminando por la orilla del mar.
            −¿Ése que no es el guardia del supermercado? –dijo uno de mis amigos, haciendo alusión al lugar donde trabajábamos.
            −¡Sí, güeón, es él!
            −Ése debe ser su hijo, ¿no?
            −Sí, yo creo.
            Se tenía entendido por todos los que laburábamos cerca suyo que sufría una fuerte afición por las personas más jóvenes que él; por lo mismo no era extraño verlo conversando con las cajeras, tomando por la cintura a nuestras compañeras de nuestra edad y cuchicheando con las promotoras de copetes caros con sus dieciocho años recién cumplidos.  A todas luces, el tipo era un degenerado.
            −Cacha, está tomándose una chela –dijo otro de mis amigos, y nos reímos al respecto, salpicando nuestros vinos por la arena; a veces nos parecía gracioso ver a personas fuera del contexto donde estábamos acostumbradas a verlas.
            −Además de pervertido, es un borracho culiao’.
            −Faltaba más.
            Pero nuestra diversión terminó justamente ahí, cuando vimos que el hombre vaciaba su cerveza de un trago (empinando mucho el codo) y lanzaba la lata vacía al mar, justo antes que una ola se abalanzara sobre ella y se la llevara consigo como si fuera un extraño trofeo de la vida terrestre.
            −¡Oye, viejo culiao’!
            −¡Viejo culiao’, viejo culiao’!
            −¡Oye, conchetumare, se te quedó la lata, maricón!
            Mas el tipo no hizo caso; sólo su hijo (si es que lo era) miró atrás una vez, como para corroborar que éramos nosotros los que gritábamos, pero de eso nada más. Al cabo de unos segundos, las figuras de ambos no eran otra cosa que una difusa mancha a lo lejos.
            −Te dai’ cuenta que cuando la gente tiene mierda en la cabeza –dijo mi amigo, mirando con el ceño fruncido al guardia−, esta repercute en todos sus ámbitos posibles.
            −Está en sus genes. Serán así por siempre.
            Entonces seguimos bajándonos nuestras cajas de vino mientras mirábamos el sol ocultarse en el horizonte; en nuestros parlantes sonaba To binge de Gorillaz.
            Al otro día, cuando fuimos a trabajar con una caña de mierda al supermercado, les contamos a los demás lo que habíamos visto en la playa; concordaron enormemente en que el tipo era una mierda en todos los sentidos posibles. Hasta que alguien dijo:
            −Por lo que yo sabía, era soltero y no tenía hijos.
            Todos lo miramos extrañados.
            −¿Es verdad eso?; ¿cómo lo sabes?
            −Nos lo contó una vez, en un turno de la mañana; también nos lo dijo una cajera que lo conoce desde hace tiempo.
            −¿En serio? ¿Qué otra cosa te dijo?
            −Que la mujer con la que se iba a casar lo dejó plantado en la iglesia. Seguro se dio cuenta de la calaña de tipo que era.
            −De seguro.
            −Entonces…
            −¿Qué cosa?
            −El niño con el que andaba ayer, en la playa…
            −Sí; ¿qué pasa con él? –quiso saber mi amigo.
            −Si no era su hijo…
            −Podría haber sido su sobrino.
            −Mmmm…, puede ser.
            Pero a medida que avanzó el día, supimos que el hombre tenía turno de guardia en la tarde y que no había llegado a trabajar (no lo veíamos por ningún lado), y que tampoco se encontraba en casa para cuando lo llamaron pidiendo una explicación por su ausencia. Claro, pensamos, a lo mejor está todo resacoso, imposibilitado de cumplir con su trabajo, cosa que nos pareció muy realista y natural; sin embargo, para cuando avanzó la semana, ya todos sabíamos que el hombre no iba a volver a caminar nunca más por el supermercado: las noticias transmitían su rostro cada vez que podían, anunciando lo peligroso que era y el cargo por el cual era acusado: secuestro y abuso de un joven menor de edad, cosa que aunque parezca rara, todos la esperaban en el fondo de sus corazones. Y es que cuando alguien tiene mierda en la cabeza, esta, por lo general, repercute en todos sus ámbitos posibles, sobretodo en los que afectan a otras personas. Así es y así será por siempre.