Cuento #55: La gloria



Tratan de ocultar tus arrugas y cicatrices bajo las espesas capas de maquillaje que arrojan sobre ti los chulos que te venden como la puta más barata. Has sido pisoteada, eyaculada en la cara, en las tetas y el culo, y nadie tiene el valor suficiente como para protegerte de los demás que no dejan de denigrarte. Se llenan la boca hablando de lo hermosa que eras cuando joven, de lo bien que bailabas el vals con los caballeros de antaño, pero te regalan en las orgías más indescriptibles aun estando vieja y ajada; porque te han desgastado, te han hecho trizas, te corrompieron con sus sueños de grandeza, de vestirte de plata y lentejuelas, cuando empezaron a cambiar tu austeridad por un pensamiento digno de tu hermana mayor, la ahora sepultada bajo concreto, sueños muertos y un montón de desperdicios. Es por eso que espero tu muerte pronta, sin más sufrimientos. Porque no eres la única, la mujer diosa, sino la puta, la anciana, sin los vestigios de las almas de quienes dieron la vida por ti, los que murieron olvidados por algo que ahora todos sueñan añorar. Lo lamento, en serio. Pero así es la vida: ya ha pasado tu momento. Tu gloria se fue lejos.
            De la joven y serena, ya no queda nada.