La Lucía, una amiga de mi
hermana chica, llegó a la casa con una caja llena de grageas de todos los
sabores de Bertie Bott de Harry Potter; entre las dos las echaron todas en una
bolsa de plástico rosada (donde no se podía ver el interior) y jugamos a sacar
una al azar y comérsela entera, sin importar las consecuencias; por cosa de
azar, a cualquiera podía tocarle una con sabor a cerumen, vómito, huevos
podridos, jabón, entre muchos otros sabores asquerosos y retorcidos.
Mi hermana fue la primera en sacar su gragea; le tocó una
verde.
−¡Pasto, güácala! –dijo sin dejar de masticar con la boca
abierta−. Toma –le pasó la bolsa a su amiga.
−¡Mierda, vómito! –dijo la Lucía, haciendo una mueca de
asco; al cabo de unos segundos, le asaltó una fuerte arcada que resistió
apretando los ojos y la boca. Acto seguido, me pasó la bolsa para que sacara mi
gragea.
Acepto que temí ponerme a vomitar ahí mismo o algo parecido si me tocaba una de huevos podridos, cerumen, u otra de vómito; pero no
podía mostrarme menos valiente que mi hermana chica y su amiga, así que hice
como que me daba lo mismo y metí mi mano en la bolsa para sacar la que me
correspondía (luego de rebuscar mucho).
Para mi sorpresa,
saqué una de color rojo…, aunque en realidad no sabía a qué sabía la gragea de
color rojo.
Tragué saliva (sin que se notara mucho) y me la eché a la
boca de un tirón.
Afortunadamente, y ante todas mis predicciones negativas,
el sabor que tenía no resultó ser tan malo después de todo; de hecho, me gustó
bastante.
−Este sabor me parece conocido –comenté, masticando la
gragea sin dejar de darle vueltas al por qué me sabía tan familiar.
−¡Aquí estoy, jefe; ¿para
qué me necesitaba?!
−¡Para preguntarte qué ha pasado con el destacamento de
grageas de color rojo!
−Oh, jefe, siento lo del retraso…, pero de hecho…, justo
acaba de llegar el nuevo destacamento de mujeres menstruantes; se supone que ya
deben de estar sentándose sobre “El caldero sangrante”.
−¡Ah, cuánto me alegra saber eso! Tú sabes lo importantes
que son las grageas de color rojo en todo esto, ¿cierto?
−Sí, jefe, lo tengo más que entendido.
−Así me gusta, así me gusta… ¡Ya, es mejor que vayas a
supervisar cómo se va llenando ese “caldero sangrante”! ¡Anda!
−Sí, jefe, voy de inmediato, voy de inmediato…