A plena luz del día, mi
polola me gritó:
−¡Erís un mentiroso conchetumare!
A lo que le respondí:
−Al menos no tanto como el Gobierno y los Cristianos.
Me llegó una cachetada de vuelta que me quedó doliendo
por al menos unos diez minutos: mi polola provenía de una fuerte familia Cristiana
y trabajaba para el Gobierno en un puesto muy importante.
Creo que
debería dejar de decir la verdad en los momentos menos indicados.