Apenas llegó la luz en la villa
donde vivía, no tardó en abrir la tapa de su notebook para encenderlo y
conectarse a Internet. Esperó los clásicos cinco minutos que demoraba Windows
en funcionar del todo y abrió la ventana de su buscador favorito para
encontrarse con un extraño mensaje proveniente de Facebook que decía más o
menos así: “TERREMOTO EN CHILE. COMPROBACIÓN DEL ESTADO DE SEGURIDAD DE
FACEBOOK”. El joven susurró:
−Bah, la clásica mierda de inicio
–antes de cerrar la ventana y seguir haciendo lo que tenía en mente; sin
embargo, una breve sacudida en su cuerpo le impidió hacer click en el lugar
correcto; al principio creyó que eran los nervios o algo por el estilo, pero
otro respingo repentino le hizo saber que quizá la cosa no fuera tan fortuita
como pensaba.
Entonces esperó un rato, se llevó
una mano al pecho, sin saber muy bien qué hacer, y siguió haciendo lo suyo.
Hasta que lo volvió a atacar el
mismo temblor, ésta vez mucho más fuerte que los dos primeros.
Inconscientemente se llevó una de sus manos hasta la nariz, comprobando que
sangraba profusamente al tiempo que el mensaje de Facebook volvía a aparecer en
pantalla. El joven farfulló una maldición e intentó cerrar nuevamente aquél
estúpido mensaje. Pero el mensaje, como era de esperar, no desapareció; de
hecho, en vez de eso, lo atacó otro temblor mucho más fuerte, como si se
tratara de una potente descarga eléctrica, haciéndolo caer al suelo gritando de
dolor:
−¡Aghhhh, mierda! –viendo
destellos de todos los colores frente a sus ojos.
El joven esperó un rato sin
moverse de donde estaba hasta que hubo recuperado un poco el aliento,
percatándose que unos cuantos de sus dientes se habían caído y unas cuantas
salpicaduras de su sangre teñían ahora el limpio piso de su cuarto. Con sus
últimas energías, logró sentarse otra vez frente al notebook y vio aparecer
otra vez aquél mensaje de Facebook: “TERREMOTO EN CHILE. COMPROBACIÓN DEL
ESTADO DE SEGURIDAD DE FACEBOOK”.
−No, mierda… −rezongó antes de
salir fuertemente disparado hacia atrás, golpeando todos los libros que tenía
en el estante a su espalda, produciendo un horrible crujido al quebrarse su
columna contra ella. Un montón de libros cayeron sobre su cuerpo exánime,
ocultándolo mientras el mensaje de Facebook seguía brillando en la pantalla de
su computador, preguntando si se encontraba bien luego del terremoto.