Cuento #28: ¡Dónde está mi hijo!



−¡Mi hijo, mi hijo! ¡Dónde está mi hijo!
            La mujer gritaba desesperada, mirando hacia todos lados sin poder hallar lo que buscaba.
            −¿Qué le pasa, señorita? –le preguntó un guardia, llegando raudo a su lado.
            −¡Mi hijo! ¡No lo encuentro! ¡No está por ningún lado!
            El guardia encendió su radio para avisarles a todos sus colegas que había un niño perdido dentro del supermercado. Acto seguido, se dirigió a la salida del recinto para impedir que el o los posibles captores pudieran huir con él.
            La gente alrededor quedó expectante, mirándose los unos a los otros con cierto temor a la vez que los guardias se apostaban en las entradas.
Por los altoparlantes se dio aviso de la pérdida ocurrida; la gente entonces detuvo todas sus acciones para facilitar la búsqueda.
            −¡Mi hijo, dónde está mi hijo! –seguía gritando la mujer, mientras todos la miraban sin poder hacer nada al respecto. Alguien le dijo que se calmara, pero fue como si le hubiera hablado a una pared.
            El hecho era que, después de todo, el niño parecía no estar por ningún lado.
El gerente dio aviso a Carabineros para agilizar las cosas antes que fuera demasiado tarde, mientras que las supervisoras, por su lado, invitaban a la mujer desesperada a tomar asiento detrás de una de las cajas recaudadoras y los guardias y el personal del supermercado se encargaban de la búsqueda actuando con un esfuerzo no muy frecuente en ellos, comprobando que el niño no se encontraba ni en la zona del pan, ni en la de los lácteos, ni en la de los juguetes, menos aún en el pasillo de los dulces.
 La esperanza se había ido lejos, la gente esperaba que anunciaran lo peor: ya había sucedido otras veces que los niños no volvían a aparecer hasta que los encontraban en bolsas negras de basura, destrozados, sin sus órganos, en lugares abandonados y lejanos; podía ser que ésta fuera otra de aquellas ocasiones.
 Sin embargo, alguien empezó a gritar que lo había encontrado; nadie supo en un comienzo de dónde provenía el llamado, pero luego que los guardias usaran sus radios para comunicarse, supieron que el niño extraviado estaba encerrado en uno de los baños para el público.
La mujer desesperada se levantó del asiento como un relámpago.
−¡¿Dónde está, dónde está?! –preguntó, totalmente alterada.
−Ahí está, en el baño –indicó una anciana, apuntando hacia el interior de éste−. Mírelo.
La mujer se calmó un poco y, acompañada de tres guardias y las supervisoras que la cuidaban, caminó hasta uno de los cubículos para encontrarse con un niño de cuatro años temblando de pies a cabeza; su ropa no era la misma que vestía al ingresar al supermercado y su pelo, antes castaño, reluciente y fino, estaba ahora cortado al rape. No cabía duda que alguien había estado preparándolo para salir y huir lejos con él, cambiándole las características para confundir a los guardias.
−¡Hijo, hijo mío!
La mujer abrazó al pequeño y lo levantó para llenarle la cara de besos, mientras éste no dejaba de temblar y chuparse el pulgar con la mirada perdida.
−¡Hijo…, hijo, por fin…!
Los guardias acabaron con su operación dándose órdenes por radio, las puertas volvieron a dejar de ser custodiadas y la gente siguió con sus compras murmurando unos con otros todo la situación acontecida. La mujer, por su parte, le dio las gracias a las supervisoras, al gerente y a los guardias por su ayuda y disposición; y prometiendo no separarse de su hijo ni por un segundo más, la mujer salió del recinto en dirección al estacionamiento. Apretó la alarma para desbloquear las puertas de su jeep, ubicó al niño en el asiento del copiloto y se sentó detrás del volante.
            −Hijo…, hijo… −balbuceó mirando al pequeño, acariciando su pelo rapado−. Hijo, ya no nos separarán más.
            El niño la observó, titilando como si estuviera muriéndose de frío; del entrepiernas de su pantalón asomó un tibio manchón oscuro.
            −¿Mamá…, mamá? –El chico parecía estar al borde del colapso nervioso, con la tez de su piel pálida y nauseabunda−. ¿Dónde está mamá…? Tú…, tú no eres mamá.
            La mujer sonrió sin poder evitarlo; al fin lo había conseguido; ¿cómo no iba a hacerlo?
            −Ahora sí, querido. Ahora sí.