Cuento #25: El televisor viejo está a la venta



La compradora le había dicho que llegaría hasta su casa en un jeep rojo, vistiendo un reconocible abrigo de color amarillo para evitar confusiones con otras personas; fue por eso que Ricardo se apresuró a abrirle la puerta apenas la vio aproximarse a ella.
            −Hola –le dijo la mujer, acomodándose nerviosamente sus gafas desde el otro lado del umbral−. Soy la compradora.
            −¡Sí, sí, recibí tu llamado! Pasa.
            La mujer entró balbuceando un ligero:
−Permiso –al tiempo que inclinaba tímidamente su cabeza.
−¿Quieres sentarte?
−No, gracias.
−¿Agua, bebida, algo?
−No, no, gracias; así está bien.
Ricardo condujo a la compradora hasta el cuarto donde guardaban todas las cosas que ya no ocupaba. Ahí, sobre un viejo mueble que le había pertenecido a su madre, descansaba el televisor que estaba ofreciendo por Internet.
−Está casi nuevo –comentó él, señalándolo con la cabeza−; lo vendo porque mi papá me regaló otro nuevo.
−Sí, sí, ya veo –La mujer le echó una rápida mirada−. Está como nueva.
−Es porque la usé poco; ya casi ni veo tele.
−¿Te gusta leer?
−Algo así.
−Mmmm.
La compradora se acercó al aparato y comenzó a inspeccionarlo de más cerca, quizá buscando alguna falla o daño para pedir una reducción de precio como muchos otros lo hacían.
−Parece estar en perfectas condiciones –dijo ella, sin dejar de mirarlo.
−Sí; como te decía… −Pero el celular de Ricardo empezó a vibrar dentro de su pantalón, impidiendo así el término de su frase−. Oh, disculpa; vuelvo enseguida –dijo avergonzado, saliendo rápido del cuarto. Acto seguido, miró la pantalla de su aparato y comprobó la llamada: era de un número desconocido. Pensando que podía tratarse de otro presunto comprador de su televisor, no dudó en contestar de inmediato−. ¿Aló?
−¿Aló, sí, con Ricardo Valladares? –preguntó una mujer del otro lado de la línea.
−Sí, con él.
−Hola, soy la compradora del televisor que ofreces por Internet; voy llegando a tu casa.
−Perdón…, ¿cómo?
−Sí…; de hecho, creo que ya llegué.
Ricardo se acercó a la ventana que daba al antejardín para ver cómo un jeep rojo se estacionaba del otro lado de su reja metálica.
−¿Es el #4422, cierto? –dijo la mujer del teléfono.
−Sí… −balbuceó el hombre, sintiendo un frío malestar anidar en su estómago−. Ésa es mi dirección…
−¡Excelente! –Y dicho esto, la mujer cortó la llamada; del otro lado de la ventana, del jeep rojo se apeó una joven mujer de anteojos enfundada en un llamativo abrigo de color amarillo.
Ricardo creyó que iba a ponerse a gritar en ese mismo instante, presa del terror que lo invadía; sin embargo, antes de poder abrir su boca siquiera, unas frías manos se posaron sobre su cuello, cerrándose violentamente a su alrededor.
Una gélida voz le habló al oído.
−No, Ricardo, no…