Germán
contestó su celular.
−¿Aló?
−¿Aló? −preguntaron del otro lado.
−Diga.
−Eh…, hola, soy Manuel…
−¿Qué Manuel? −cortó Germán,
frunciendo el ceño sin darse cuenta.
−Manuel Contreras…
−No conozco ningún Manuel Contreras,
número e…
−¡Espera, espera, porfa!
−¿Qué onda?
−Mira,
sé que no me conocís −farfulló el tipo del otro lado de la línea−, pero quería
saber si me podiai’ escuchar algo.
−…
−¿Aló?
−¿Escuchar qué? −dijo Germán.
−Escuchar.
−¿Qué cosa?
−Mira, necesito desahogarme con
alguien −declaró Manuel. Se tomó una ligera pausa−. ¿Puedes?
−Eh… −Germán dudó si dejarse llevar o no por la curiosidad. Estuvo así unos cuantos
segundos, hasta que respondió−: Bueno. Está bien. Pero que sea rápido.
El tipo del teléfono respiró hondo y
exhaló con fuerza.
−Estuve pololiando con una niña por
un año y tanto. Estuvimos juntos desde el año pasado, en Tercero Medio, hasta
este año, hace unos días atrás.
−¿Ya? ¿Y? ¿Qué pasó?
−Me
pidió un tiempo, la semana pasá’, y yo se lo di −En la voz del tipo (un niño
que debía ir en Cuarto Medio) se sintió un dejo de amargura−. Pude haberme
pescado un montón de amigas, todas ricas y maracas, pero no lo hice. No lo hice
por respeto a esa conchetumare.
Germán se sintió un poco alarmado al
notar la creciente furia de su interlocutor.
−¿Qué te hizo?
−Durante esa semana no nos vimos ni
nos llamamos −continuó Manuel−. Por mi parte, me quedé en la casa y no hice
nada. Ni siquiera salí a carretear con mis amigos.
−…
−Hasta que me llamó ayer.
“Acá viene lo interesante”, pensó
Germán, más atento.
−¿Y qué te dijo? −quiso saber.
−Me preguntó cómo estaba, que cómo
me había ido en el colegio, y esas cosas. Estuvimos así como por unos quince
minutos, hasta que me preguntó si me había pasado algo durante la semana, la
que no estuvimos juntos. Le dije que nada, que no salí, ni nada, que la echaba
de menos y… bueno, eso.
−¿Y qué fue lo que te dijo ella?
−Me dijo que lo había pensado mejor
durante la semana de receso; había pensado lo de nuestro pololeo −El muchacho
hizo una pausa en la que pareció dudar si seguir echándolo todo afuera o no−.
Me dijo que no quería volver conmigo porque la tenía chica…, la tula.
−¿Cómo? ¿No quiso volver contigo
porque tenís la tula chica? −Germán no lo podía creer. Quería soltar una risa,
pero temió arruinar el momento.
−…Sí, algo así.
−Vaya, qué zorra la muy puta.
−Sí, zorra mal parida. Me dijo que
no quería volver conmigo porque tengo la tula chica.
−Pero qué onda. ¿La tenís chica de
verdad?
−¡No sé, güeón, tú escucha! ¿Me vai’
a seguir escuchando?
−Sí, oh, sí…
−Me dijo que no quería volver conmigo
por la güeá esa, la que te dije. Así que le pregunté que cómo sabía que la mía era... chica en comparación con la de los demás.
−¿Qué te dijo?
−La muy maraca me contó que se había
metido con otros hombres en la semana de receso.
−¿En serio?
−Sí −Manuel tragó saliva−. No podía
creerlo. Se metió con otros hombres mientras nos dábamos el receso, la muy hija
de puta.
−¿Y en una semana?
−No. Se metió con todos ellos en una
sola noche. Todos al mismo tiempo.
Germán quedó de una sola pieza.
−Es difícil creer, pero es cierto.
La muy perra me cagó con todo lo que tenía.
−…Pucha, lo siento, hermano, yo…
−Ya, si no importa… Sólo necesitaba
contárselo a alguien antes de volverme loco.
−Me imagino.
−¿Te has sentido loco alguna vez,
Germán?
La voz del chico (que iba en Cuarto
Medio) había vuelto a sonar como la de un tipo más grande.
−Podría ser que…
(¡Espera!)
−…¿Cómo sabes mi número telefónico? −advirtió
Germán, frunciendo otra vez el ceño, más que antes−. ¿Quién te lo dio?
−…
−¿Quién te dijo cómo me llamaba?
Las manos de Germán comenzaron a tiritar.
−¿Quizá quieras saber cómo termina
esta historia, no? −preguntó el tipo del otro lado.
−…No entiendo.
−Quizá no hay nada qué entender,
Germán. O quizá todo sea esto: una llamada equivocada, alguien desconocido del
otro lado de la línea, una persona cualquiera con una historia enormemente
triste.
Del
otro lado se sintió como si alguien expulsara pacientemente humo de su
cigarro.
−O
tal vez puede que sea un mensaje previniéndote de un posible futuro nefasto.
Germán pensó de inmediato en su
novia. Le había dicho que iría a estudiar a la casa de unas amigas, para una
prueba al día siguiente.
−Uno
nunca sabe, Germán. Uno nunca sabe.
Y
así, sin más, el tipo cortó la comunicación.
Para
cuando Germán lo llamó de vuelta, su celular se hallaba apagado.