Cuento #7: Un mensaje de Dios



La mujer estaba sobre el estrado, pronunciando su estudiado discurso con media hora de retraso, cosa que, al parecer, a nadie le importaba. El público la miraba embelesada, casi como si no pudieran creer que tenían frente a sus ojos a alguien tan importante como ella. Sus manos se movían con gracia, sus gestos irradiaban una alegría inexistente. A veces la gente aplaudía, a veces mantenían el silencio por no conseguir comprender lo que querían decirles. La mujer los llenó de esperanza, y la gente le creyó como si nada.
Hasta que apareció un hombre de aspecto enfermizo de entre el público. El discurso se detuvo y la mujer lo miró con su ensayada mirada maternal. Le pidió que se acercara. El hombre así lo hizo.
Pero en vez de pronunciar cualquier palabra, el tipo levantó su cabeza con rabia, dejando a la vista una pálida cara de ojos negros y una boca con dos corridas de afilados dientes parecidos a oxidados clavos. Nadie supo qué hacer. Algunos espectadores llegaron a soltar un estúpido: ohhhh, pero nada más. La mujer se quedó quieta, consciente de lo que sucedería a continuación. Los guardaespaldas, como siempre, no reaccionaron a tiempo para hacer nada.
            El hombre tomó a la mujer por los hombros, como si quisiera abrazarla, y acercó su rostro a su oreja.
Este es un mensaje de Dios –le dijo, y entonces hincó sus dientes como clavos en su cuello, arrancando arterías, venas, tejidos, carne y piel. La mujer chilló de un dolor enfermo y electrizante. Nadie dijo ni hizo nada. Todos veían la escena sin poder creerlo. Tanto el público como los televidentes en sus casas se hallaban paralizados, como un conejo que ve su muerte frente a los focos de un auto. 
            El tipo dejó caer el cuerpo moribundo de la mujer, se alzó y gritó.
            –¡ESTE ES UN MENSAJE DE DIOS!
Fue entonces que uno de los guardaespaldas salió de su trance y disparó rápidamente contra el tipo.
            Se necesitaron de nueve disparos para derrumbarlo y dejarlo sin vida.
Cuando se acercaron a él para verlo mejor, pudieron darse cuenta que su boca formaba una ancha sonrisa.