Historia #256: Lágrimas


Macarena apoya su cabeza en el pecho sudado de Gustavo. Luego de una tarde de sexo ininterrumpido, las ganas de hablar no son demasiadas, y quizás si el último polvo no lo hubiesen mezclado con marihuana, a ella nunca se le hubiese pasado por la mente lanzarle una de esas tantas preguntas triviales que le nacían cuando estaba drogada:

–Oye, Gus, ¿qué haría’i tú si fuera’i mujer?

            Gustavo piensa un buen rato, mirando al techo en todo momento.

            –Si fuera mujer –repite, como masticando las palabras–. Si fuera mujer, me sentiría agradecido de serlo, totalmente. Me sentiría agradecido de poder rehacer las cosas más maravillosas de lo que son, poder arreglarlas, ver la existencia desde un punto de vista distinto, más lleno de colores, alegría, risas, con ganas de vivirla –Ya más en confianza, Gustavo agrega–: Lucharía por mis derechos, y los de las demás. Reivindicaría mi cuerpo y haría que todos se dieran cuenta de lo importante que soy en el mundo, lo importante que es cada parte mía, cada pensamiento mío; o mejor aún: explotaría mi cuerpo para que los demás se dieran cuenta que soy bella, a pesar de sus estereotipos, que valgo cada centímetro de piel, que en mí existen distintas aristas y misterios, todos importantes, ninguno más que otro. Descifraría mi mente, mis ideas más profundas, las más cercanas al corazón, para usarlas como armas y hacerle entender al mundo lo importante que somos. Daría vida al mundo con mi cuerpo capaz de crearlo, y enseñarle al ser salido de mis entrañas todo lo que sé para que se convierta en una herramienta de paz y justicia, alguien capaz de cambiar la existencia de todos nosotros, alguien capaz de erradicar toda la infamia que nos gobierna.

            Gustavo sorbe sus mocos y limpia las lágrimas que caen por su mejilla antes de continuar.

            –Uf, lo siento, perdona mi ataque de sensibilidad, pero la idea de ponerme en tu lugar me conmovió enormemente –Él se aclara la voz–. Y bueno, ¿qué haría’i tú si fuera’i hombre?
           
Macarena lo piensa por unos segundos, y responde:

– Puta, ¿si fuese yo fuese hombre? Me pajearía todo el día, culia’o, la pulenta.