Historia #211: El último instante

Aún puedo recordar su olor, el fuerte tacto de sus brazos en mi cintura, su mirada siempre segura clavada en mis ojos; lo recuerdo todo, y sigo sin entender cómo detalles así pueden continuar aún en mi pecho, como un malestar que ha hecho ya su nido y que jamás podré arrancar de mí. 

A veces, por las noches, escuchó su voz llamándome hasta despertarme; entonces me doy cuenta que en realidad los años ya han hecho su irreversible trabajo: el tiempo oxida nuestros recuerdos, confunde nuestros pasados y presentes, y contra ello ya no podemos hacer realmente nada; somos humanos, después de todo, y es por eso que nos equivocamos, tomamos caminos errados y perdemos a quienes en realidad no deseamos perder. Somos estúpidos y fríos, y nadie nos lo dice hasta que es demasiado tarde, cuando solo podemos recordar un olor, el fuerte tacto de los brazos de alguien, o una segura mirada clavada en uno, tratando de llenar los viejos espacios vacíos que no nos dejarán tranquilos hasta el último instante de nuestras vidas.