Historia #167: Arroz graneado y papas



Solo en casa, intenté cocinar un poco de arroz con papas para el almuerzo. Ya, todo bien: le eché aceite a la olla después de picar un poco de pimentón, cebolla y zanahorias, y vertí la media taza de arroz con todo lo demás adentro para que se graneara. Esperé un rato y le eché la taza de agua requerida a la olla para ponerle la tapa encima y dejar que el tiempo hiciera lo suyo, al igual que las papas sin pelar dentro de otra. Entonces me puse a ver Breaking Bad, empezándola por segunda vez. ¡Qué serie más buena, por la mierda, qué serie más buena! Me parecía raro volver a tener frente a mí al primer Walter White, con pelo y todo, antes de volverse más malo que Pablo Escobar, Skyler con la panza de embarazada y Jessie todo un novato en la materia. Por eso me gustaba: porque los personajes iban mutando a medida que la historia avanzaba, efecto colateral de tanta rencilla y otros personajes de marcadas características. No por nada Bryan Cranston ganó dos Emmys consecutivos por su desempeño en la serie, porque si no fuera por… ¡Mierda, el arroz! El olor me llevó raudo a la cocina, derribando una silla al paso. De los rebordes de la tapa de la olla salía humo furiosamente. Cuando vi su interior, noté de inmediato que muchos de los granos de arroz se habían quemado…, aunque para ser fiel a la realidad, debería decir, mejor, que parecía una simple masa anaranjada y quemada, así tal cual. Grité un improperio, rechisté y me serví de todas maneras el arroz en un plato: por la hora que era y los pocos suministros que quedaban en la despensa, no me podía permitir otro plato como ése…, si es que no fallaba otra vez. Luego eché las papas peladas a un lado, corté un tomate en rodajas y di el primer bocado. Horrible. Con el tenedor traté de separar las partes quemadas de las buenas, pero terminé por hacerlo con casi toda la comida. Así que volví a mezclarla echándole mayonesa encima. ¡Mmmmm, ahí sí que la cosa mejoró mucho, ñam ñam!
            Lo malo, fue el efecto de la comida en el estómago. Claro, en un principio todo pasable, con un té negro con miel al lado. Pero de verdad, su efecto fue lo peor de todo. De hecho, heme aquí escribiendo esto sentado en el baño, pidiéndole a Dios que detenga testa pesadilla. ¡Quiero hacer mis cosas de una vez por todas, maldición! Pero cada vez que me quiero levantar, vuelve el malestar a la carga y no me queda otra que quedarme ahí, saboreando el arroz aún en mi paladar, pensando en el capítulo de Breaking Bad que le seguía al que estaba viendo mientras cocinaba.