−¿Aló,
sí, diga?
−¡¿Aló, mamá?!
−¿Alberto? ¿Erís tú?
−¡Sí, mamá, porfa, no cortís!
−¡¿Qué te pasa niño, por qué tan
urgido?!
−¡Mamá, estoy preso; los pacos… digo
los Carabineros, me tomaron detenido!
−¡¿Y por qué, hijo, por qué, qué
güeá hiciste?!
−¡Nada, mamá!
−¡Cómo que nada, cómo que nada! ¡Si
estás preso po’, niño tonto!
−¡Mamá, me llevaron preso por andar
capturando Pokémons!
−¡¿Por andar capturando… qué?!
−¡Pokémones, mamá, Pokémones!
−¡¿Pokémones?!
−¡Sí, mamá, de esos monos chinos que
veía cuando chico…! ¿Te acordai’ que hace un tiempo te dije que ahora por fin
iba a salir a la calle porque iban a lanzar una nueva aplicación para capturar
Pokémones por el celular?
−Eh… ¿Sí?
−Ya po’: resulta que los pacos… digo
los Carabineros, me pillaron capturando Pokémones en la calle… y me llevaron
preso por actitud sospechosa…
−¡¿Por actitud sospechosa?!
−Sí, mamá, por actitud sospechosa.
Creyeron que iba a robar las casas de nuestros vecinos.
(La mujer traga saliva desde el otro
lado de la línea).
−¿Estás en la comisaria de la villa,
cierto?
−Sí, acá me tienen.
−Ya, bueno… Me visto y voy en
seguida.
−Gracias, mamá.
(La mujer cuelga el teléfono y lo
deja a un lado. Y mirando al techo y pensando que no todos los milagros pueden
ser gratuitos, llora antes de prepararse para ir buscar a su hijo que había
salido por fin de casa luego de más de un año sin despegarse de su computadora).