Cuando Felipe escuchó a
Laura Pausini con La soledad por la
radio, le subió inmediatamente el volumen; le parecía gracioso que sonara
mientras hacía el aseo en su casa, pero como estaba solo y no había nadie que
se burlara de sus íntimos gustos musicales, no dudó en hacerlo y seguir la
letra de la canción mientras barría el sucio suelo de la cocina. Le gustaba esa
parte del “estás aquí entre Inglés y Matemáticas”, y no podía evitar sentir un
nudo en la garganta al estallar el último coro, recordándole que con su ex más
reciente solían cantarla a dúo donde fuera que la pillasen.
Pero las canciones no terminaron ahí: apenas acabó Laura
Pausini, comenzó la versión antigua de Amante
bandido de Miguel Bosé, y Felipe no pudo resistir el impulso de hacer pasos
de baile como si estuviera en medio de una de esas discos que frecuentaban sus
padres. El ritmo del coro le parecía idóneo para mover la pelvis, y la letra
del segundo verso la declaración más grande del cantante sobre su misteriosa
sexualidad.
Con todo el polvo y la basura acumulada a un lado de la
entrada de la casa, Felipe se preparaba para echarla a la pala cuando sonaron
los primeros acordes de Puedes contar
conmigo de La Oreja de Van Gogh; pensó en lo que dirían sus amigos si
llegaran a pasar fuera de su casa y lo sorprendieran cantando frente a la
escoba, con la letra memorizada sin ninguna equivocación. Ya se imaginaba los
duros insultos al respecto; ¡pero qué mierda: no todos los días se estaba solo
en casa por las mañanas!
Puedes contar conmigo le cedió el lugar a Gianluca
Gringnani y su Mi historia entre tus dedos, y éste a Si no te hubieras ido de Marco Antonio Solís y toda su
parafernalia; para este último Felipe ya no daba más de felicidad: de cierta
forma le gustaban esas mañanas en que no estaban sus hermanos ni padres en
casa, porque así podía permitirse cosas a las que ellos no estaban
acostumbrados, evitándoles dudas respecto su condición sexual y si el haber
sido pateado por diferentes mujeres en menos de un año había dejado duras repercusiones
o no; Felipe incluso creía que su hermana tenía la leve sospecha que era gay, y
él no le iba a dar en el gusto así de fácil.
Pero luego de una tanda que dio la hora exacta del día,
llegó Chayanne con Fiesta en América,
y los pies de Felipe no pudieron parar de moverse: desinhibido totalmente, usó
la escoba como pareja de baile para una burda imitación del cantante con sus
bailarinas; sin dejar de moverse se acercó a la radio y le subió aún más el
volumen, haciendo que la música retumbara por toda la casa; los vecinos se iban
a enterar que le gustaba Chayanne; ¡pero a la mierda!, pensarán que era su
mamá; no paró de cantar ¡fiesta en América, fiesta en América! bailando con los
brazos en el aire hasta que llegó el otro verso; recordó que en un Festival de
Viña del Mar Chayanne tocó una versión de ocho minutos en que se paseó por el
público; Felipe dio una vuelta moviendo sus caderas sin soltar la escoba, y sin
siquiera preverlo, sintió que algo cayó al fondo de sus calzoncillos. Extrañado
se detuvo y miró dentro de su pantalón.
Su pene, desde la mismísima raíz, se había desprendido de
su cuerpo.