Angélica tomó su celular
para ver la hora apenas despertó y se encontró con un mensaje de texto de
Ricardo; se pasó una mano por los ojos y lo abrió para leerlo con cierta
emoción, siendo consciente que ninguno de los dos había dado señales de vida desde
que habían estado juntos por última vez, hacía ya dos días.
Angélica pestañeó una vez y empezó a leer:
“Hoy dia desperte
echandote mucho de menos, y en la duermevela (ese estado en que todavia no
sabes si es sueño o no) pense que estabas a mi lado; te iba a abrazar (estabas
de espalda) pero resulta que solo era el fantasma de mi hermana mayor que se
suicido hace unos años. Por un breve momento fui feliz”.
Angélica leyó el mensaje
otra vez para cerciorarse de lo que tenía frente a sus ojos, sin poder creerlo;
debía ser una broma, seguro: Ricardo a veces tenía arranques como esos y a ella
le fascinaban, pero… ¿era verdad que su hermana mayor se había suicidado?
Llevaba unas cuantas semanas de haberlo conocido, sabía que era el mayor de dos
hermanos, sin embargo éste nunca le había dicho que una hermana nacida antes
que él había existido, menos que se había quitado la vida o algo parecido.
Angélica dejaba su celular a un lado para tratar de
seguir durmiendo sin darle mucha importancia al asunto, cuando sintió que algo
al lado suyo se removió en el espacio de su cama vacía. Giró la cabeza sabiendo
que no iba a encontrar nada, pero ahí, frente a rostro, apenas a unos
centímetros de distancia, había una joven mirándola directamente a los ojos, la
piel gris como la ceniza, la boca morada como la enfermedad. Tenía una marca en
el cuello, como si se hubiera cerrado un fuerte lazo de cuerda en ella.
−Ayuda –le
dijo, y Angélica no recordó más.