Cuento #44: Podría ser otra coincidencia



−¿Nena, corazón, puedes hacer lo mismo de ayer, por favor?
            −Pero si ya son más de las once de la noche…
            −Ah, eso no importa…
            −¡Lo venimos haciendo desde hace más de dos semanas; cómo no te aburres!
            −Nena, corazón, jamás me aburriría de ti.
            −Pero, pero… −Entonces la chica, acostada sobre su cama, miró a su joven esposo por sobre sus lentes de oscuro marco grueso, sin poder evitar sentir toda esa oleada de amor que tenía hacia su persona; ¡mierda, si daría hasta su vida por él!−. Bueno, ya, está bien –dijo al fin−. ¡Aunque tendrás que esperar un poco! –añadió, enfática.
            −No importa, no importa, demórate todo lo que quieras.
            La chica, luego de esperar unos segundos, contrajo su cuerpo entero, haciendo una expresiva mueca de concentración; fue así que su apariencia comenzó a cambiar gradualmente: su cabello castaño oscuro cortado al estilo francés encaneció y decreció en cuanto a volumen; su piel, antes joven, tersa y blanca, se arrugó para quedar como la de un anciano que ha cuidado mucho su piel en su vida; y su chaleco naranja y falda marrón se deshicieron para regenerarse como un vestón y pantalón de tela respectivamente. Acto seguido, carraspeó delicadamente su garganta para que su voz saliera lo más idéntica posible al deseo de su esposo.
            −Ya, querido, estoy listo –dijo una réplica exacta de Alfredo Lamadrid.