−¿Dejarías el
copete por mi?
Mi polola me miraba con los ojos vidriosos,
queriendo escuchar, por supuesto, una respuesta afirmativa. Pero no podía
mentirle a esos ojos, no podía. Cuando le había declarado mi amor por primera
vez, le prometí que siempre iba a ser sincero con ella.
−Jamás −le respondí, tomando con fuerza sus manos y
mirándola fijamente. Pareció como si
un cuchillo hubiera atravesado su pequeño corazón: rompió a llorar, soltó mis
manos y se levantó. Me lanzó una mirada de odio y me dijo:
−¡Entonces quédate solo! −y se fue casi corriendo.
No entiendo por qué mierda me hinchó tanto las
pelotas para que fuera sincero con ella, si después llega, se enoja y llora por
lo que le digo. De verdad, las mujeres son un cacho. Más encima, yo soy el que
me curo, no ella.
Por la chucha...