Cuento #2: Rose



−¡¿Me estaré volviendo loco?!
            −No, Pablo, tranquilo −le dijo la gata siamesa a su dueño con pereza:− los locos están encerrados en los manicomios; tú, en cambio, estás aquí, en tu casa y…, sí, bueno, tus manos están algo ensangrentadas y tienes un poco de sus sesos en tu cabello, pero eso es todo, nada más.
            Pablo suspiró aliviado.
            −Gracias, Rose: tú siempre con tus buenas palabras.
            En la cara de la gata se dibujó una tenaz sonrisa.
            −Mejor ve a buscar la pala y sigue con tu trabajo antes que se haga tarde, ¿entendido?
            −Entendido.
Y dicho esto su dueño salió tan rápido de la habitación, que ni siquiera alcanzó a escuchar la felina y enfermiza risa de su encantadora gata provenir a sus espaldas.