Cuando
escucho por la radio a Roberto Dueñas, mi mundo gira acelerado, mi corazón
palpita sin frenos, siento que mi vida llega a la culminación de la perfección.
Y es que su forma de hablar, la seguridad con la que da sus opiniones y nos
cuenta la verdad serenense, hace que me ocurran cosas que nunca antes me habían
sucedido. Me hace sentir palpitaciones, breves pero intensos latidos por todo
mi cuerpo; mis piernas parecen otras, mi pecho es una flor incinerando pétalos,
mi alma es un grito de gozo sagrado.
Y es que cuando escucho por la radio
a Roberto Dueñas, me es inevitable creer en todo lo que nos dice, creer en su
forma de ver la vida, creer en su manera de ver las cosas, creer que arriba es
abajo y que el agua es capaz de encender mis manos en vez de calmarlas.
El mundo está bien porque Roberto Dueñas habla por la
radio. Las mariposas sobrevuelan nuestra existencia, dichosas, el sol brilla
radiante en el cénit, la neblina matutina serenense se ha despejado gracias a
que Roberto Dueñas habla sobre su gente por la radio.
Roberto Dueñas, hombre de cara incomprendida, belleza
subrepticia, ideas complicadas, opiniones acertadas, tu palabra es ley divina,
tu risa es vida, como vino aromatizado, especiado, tinto y del blanco. Roberto
Dueñas, cuando te escucho por la radio, confío en que el mundo será un lugar
mejor, que mi región se liberará de las manos corruptas que le roban el dinero
de su dolor, que la verdad será escuchada en cada ámbito de esta tierra que nos
heredaron los ahogados subterráneos. Roberto Dueñas, cuando tú hablas, me pasan
cosas: mi cuerpo palpita, breves latidos lo sacuden, y yo confío en ti. Subo el
volumen de tus palabras, mi boca es una extensión de la tuya, y yo seré obra y
acción de tus frases elaboradas.
Cuando escucho por la radio a Roberto Dueñas, mi mundo
serenense cambia drásticamente, y no lo encuentro, no lo reconozco. Cuando
escucho por la radio a Roberto Dueñas, creo todo lo que me ha contado.