Contexto: esto fue escrito
exactamente
el 13 de Diciembre del 2014.
Siento que debo rendirle un
homenaje a Palomo,
el perro que vivía en mi antigua casa y al que llamaba lisa y llanamente Perro. Contando el
día de hoy, lleva 9 desaparecido y no sé nada de él; hasta fui al canil del
Parque Coll a ver si estaba por ahí, en una de sus sucias celdas. Esto lo supe
ayer, cuando me junté con mi mamá y mi abuela después de varios días sin
vernos. Me lo dijeron como si tal la cosa (sólo mi abuela se emocionó al
reconocer con un asentimiento de cabeza la información) y sentí que me daban
con un mazo en el estómago.
Perro llegó a mi ex casa cuando iba en
Segundo Medio. Lo trajo mi abuela desde el famoso Centro Comercial de La
Florida, cuando había ido a comprar algo; resulta que una de las locatarias del
lugar había abierto su negocio en la mañana y se había encontrado con el muy
patudo ahí, echado patas arriba, con las güéas al aire y su cara de yo no fui pidiendo
por favor algo de caridad y cariño; sin poder resistirse a su encanto, la
señora le dio algo de los porotos con riendas que llevaba para el almuerzo y
esperó a que se fuera tal como había llegado. Pero el perro nunca se fue.
Entonces llegó mi abuela y se enamoró de él. Sólo faltó que se dieran un beso
con lengua ahí mismo para graficar el flechazo que recibió al verlo. Me acuerdo
que la vi llegar con el güeón al lado, con la lengua afuera y mirando
ávidamente en dirección por la que lo guiaban. Me di cuenta que se parecía a
Dobby, por sus orejas de murciélago, que tenía la cola cortada en forma de
pompón y que su cara era como la de un retrasado. También me acuerdo que me
mostró de inmediato su mejor gracia: pararse en los cuartos traseros y extender
las dos patas delanteras como si quisiera sacudirlas con las de uno.
Acepto que no lo quise de
inmediato, mas le fui tomando cariño con el paso del tiempo; ¡y no sólo yo,
también lo fueron haciendo mucho de mis amigos y otras visitas que iban a mi
antiguo hogar a causar destrozos! Pero no todo podía ser así de maravilloso:
ahí lo odiaban a morir, porque lo encontraban una vil y real mierda: y claro
que tenían razón, porque no hacía nada más que cruzarse por el living de la
casa cada vez que alguna de las puertas (la de calle o la del patio) se abría
por abecé motivo, esparciendo por donde pudiera sus cortos y pegajosos pelos
blancos. Por desgracia, también con los años, su sola mención fue siendo capaz
de hacer que el rostro de mi papá, todo un amante de la limpieza, se retorciera
de rabia, y que la cara de mi abuela, cada día más triste y curtida, se
entristeciera otro poco más. Es por eso que no sé si esto fue una especie de
bendición para Perro
o no, quien pasó de ser un indeseado, a ser un desaparecido. Sólo sé que lo
echo de menos y que me arrepiento por nunca haber cumplido lo que solía
prometerle: comprarle un collar para sacarlo a pasear y así ayudarle a eliminar
esa energía que tanto lo caracterizaba y molestaba a gran parte de mi familia.
Ahora ya es muy tarde para hacer
cualquier cosa: se supone que Perro siguió a
una perra en celos en compañía de una jauría de otros amantes del sexo canil y
no se le ha visto desde que fastidió por última vez a mi papá hace ya exactos 9
días, como mencioné al principio.
Si vuelve, le compraré una
correa, haré que nadie en casa lo joda más y le tendré una casa bañada en oro
puro, con un vasto y verde jardín para que orine y refriegue sus pelos por
donde quiera, con todas las perras prostitutas que desee esperándolo en un
enorme jacuzzi para perros. Si no, sólo espero que reencarne en mi próxima
mascota, la que ahora cuidaré por mi propia cuenta, como siempre debió ser
desde un principio, con un collar que rece su nombre y mi número de celular
acuñado en él, para que quien lo encuentre, en caso de que se pierda por ahí, o
bien me llame para devolvérmelo, o bien lo haga para putearme y hacerme saber
que soy el peor dueño del mundo.
El tributo que Perro merece, en
realidad, es que quien lea esto y tenga una mascota, piense en que a veces es
muy tarde para echar el tiempo atrás y optar por sacar a pasear al perro o
limpiar la jaula de los hamsters, en vez de echarse en el sillón y ponerse a
ver una serie en la tele, rascándose la panza y tomando una cerveza.